Domingo por la tarde, pleno verano. Aquí pensando, pensándote.
Una cerveza en la mano izquierda, para mitigar el calor y mi cuerpo en la derecha, para nivelar el frío, recordando, e imaginando las cosas nuevas que haría contigo.
Llaman a la puerta, sé que eres tu, pero finjo demencia y pregunto ¿quién es? mientras te abro. Te miro, ahí parado, tu sonrisa me dice todo lo que quieres, pero hay que hacerse un poquito del rogar ¿no? Sé que también te encanta que me haga la difícil, aunque sabes que me tienes con mirarme así, como sólo tú sabes hacerlo...
Pones música, abres el refri para sacar una cerveza, como si fuera tu casa, te sientas a un lado mío, criticas mis pies descalzos y mi vestido "hippy"... "Criticas", entre comillas, por que sé que mueres por quitarme el vestido y lamerme los pies...
Dos horas más tarde y varias cervezas y canciones después, tengo tu cabeza en mis piernas y tu boca tarareando la canción en turno, no recuerdo bien cual era, lo que sí recuerdo es que te dije que la voz del vocal era bien sexy y me volteaste a ver para preguntarme si tu voz también lo era, "claro que sí", te dije, "si no fuera así, no estaría contigo, sabes que me ganas con tu voz". Acto seguido, te levantas y empiezas a cantarme al oído, esa canción, que no recuerdo cual era, mientras con tus manos empiezas a dibujar mí cuerpo, como si quisieras aprendértelo, empiezas a subir mí vestido, despacito, mientras me acaricias las piernas con tus dedos hasta llegar a mí entrepierna y me sigues acariciando, despacito, mientras recorres mis muslos con tu lengua y yo, yo me puse a tararear esa canción que no recuerdo cual era, y me voy...
Y de repente reacciono y sigues ahí, en mi entrepierna, y yo, acariciando tu espalda hasta donde alcanzo y te interrumpo para levantar tu cabeza y besarte, mientras tu sigues con tu mano en mi sexo, y esa canción, que no recuerdo cual era ya se había terminado. Aunque la verdad ya ni siquiera estaba escuchando nada, ya estaba absorta y concentrada en casi arrancarte la ropa mientras entre mordidas y aruñones, yo también bajaba mi mano a tu sexo...
Pero no era eso lo que te excitaba tanto, te excitaba torturarme y hacerme esperar, te excitaba verme jadeando y pidiendo, pidiéndote a ti, eso era lo que más te gustaba: saber que me volvías loca. Y a mí me encantaba verte así, y todo era un círculo vicioso, un muy buen círculo vicioso, que, cuando menos pensábamos, ya estábamos empapados en sudor, jadeandonos al oído, mordiéndonos los hombros y el cuello, agarrando y aruñando y acariciando despacito, aumentando poco a poco la intensidad de las mismas, mientras va subiendo la temperatura y las ganas y la rapidez y la intensidad (y los lugares y las posiciones), y de pronto: el clímax, empiezas a gruñir (¿?) y yo a gritar y todo estalla y estallamos y entramos en éxtasis y al Nirvana y todo dura unos segundos, pero de esos segundos inexplicablemente largos, donde no piensas en nada, y en todo, pero luego no te acuerdas. Como con esa canción. Y me retuerzo, y escuchas, y muerdes, y escucho y aruño, y escuchas, y aprietas, y escucho. Hasta terminar, gritando, o suspirando. Pero siempre con una sonrisa, como cuando escuchamos esa canción, que no recuerdo cual era y vuelvo a sonreír y recuerdo, y tarareo... Y me voy en el recuerdo de nuevo...
M