sábado, junio 02, 2012

"Lázaro, el salame regurgitado"





"CADÁVER EXQUISITO"


["La condición es que debe ser un cuento surreal y extravagante y que uno de los personajes debe ser Lázaro de Betania, en su etapa de resucitado y su novia debe llamarse Mortadela, y ser un zombi. Pueden participar hasta 7 miembros del grupo..."]


A ver si adivinan cual es mi parte ;)










—Queridísima Mortadela, siento una irrevocable ansia de mordisquear tus pistachos, mas se me transforma en movimiento peristáltico. Sin dientes, lo único que puedo hacer es digerir.
— ¡Ay, Lázaro! Daría cientos de mis espadas para que volviesen tus dientes aterciopelados a mordisquear mis pistachos, pero por más que cazo a cuanto Cristo se pone a tiro para que haga un milagro y te devuelva dicha gracia, nadie tiene la medida justa para tu hueca boca.
—Ni Dulcinea lo hubiera dicho mejor, Mortadela de Betania, amor de mis amores.
—Desarrolla esa idea, ¡salame! ¿A qué te refieres con amores, sucio, seboso embutido hecho con grasa de cerdo light!
—¿Cómo osas insultarme de ese modo tan grasosamente redundante? ¿Ignoras que fui resucitado por un santo varón cuando yací muerto, ya fiambre, sobre la fría losa de la tumba? Me dices grasoso embutido hecho con grasa de cerdo light cuando bien sabes que no hay ni medio cerdo en toda Judea.
—Ay, Lázaro; no quise insultarte, pero si no me satisfaces pecaré con el primer chorizo que pase por la puerta de mi casa.
—Por la puerta de tu casa verás pasar el cadáver exquisito de tus enemigos, pero jamás un amante que te haga feliz como yo te hice.
Milenios antes del “hasta que la muerte nos separe”, en este día en que Lázaro y Mortadela se desguanzan entre amores y pistachos, el amor no era otra cosa que mordidas y apapachos. Nada más. La muerte no separa a los amantes, sino los funde; los funde en una suerte de taco de maciza, que más bien parece bufete para Cristos sin rumbo. Nuestro Lázaro ya había ido y venido de la muerte con quién sabe cuántos Cristos y quién sabe cuántas veces. Si la historia te regurgita, no queda más que amar con la tripa.
Mortadela mira fijo y dice:
—Viene el verano y en Betania ya estamos a 35°, no quisiera alarmar, Lázaro, pero tus carnes ya empiezan a caducar. ¿Qué tal si no encontramos otro Cristo ¿sabes que están en peligro de extinción, verdad?
—Eso no me preocupa, querida Mortadela —dice Lázaro acomodándose el pedazo de hombro que se le ha caído al piso—. Son tiempos de crisis, ya verás que cuando entre el siguiente emperador habrá Cristos hasta para aventar al Mar Rojo.
Y efectivamente, siete minutos y medio más tarde, después del asesinato de Morcilla el Grande a manos de su clon, Morcilla el Clon, el cual tomó el control de la zona norsurnornoroeste de Charcutería, aparecieron Cristos por montones. El Cristo de tabla, el Cristo de rebana, el Cristo afilado, el Cristo de los cristos, el Cristo del cristo de los cristos. Todos hacían fila para hacerle el milagrito a Lázaro y devolverle la frescura y la vista que nunca había tenido. Pero había un sensible problema: el voraz apetito de muerto-vivo que Mortadela sentía por las tripas y los condimentos.
En eso estaban cuando la hermana del resucitado grita:
—¡Lázaro: levantate, salame!
—¡¿Qué pasa?!
Mortadela bufa, fastidiosa, mientras escupe un bocado de cuero cabelludo de su amado (la caspa le produce gases).
—¡Te buscan!
—¡¿Quién?!
—¡Un tal Jesús!
—¡¿Qué quiere?!
Mortadela, ajena a los gritos, gesticula mientras recita el Chacinadus, obra de Jamónicus Serranus; gran amante de las salchichas núbiles:
“Quisiera ser tumba para que me introduzcan el fiambre”.
—¡Dice que tenés que levantar un muerto!
—¡No debo nada!
—¡Los honorarios de la última resurrección!
—¡Según la ley romana quíus muertus, deudum nulus!
—¡Dice que no te hagás el salame!
—¡Qué se vaya a la rechingada y divina eternidad; ni que hubiera hecho un gran trabajo conmigo! Nunca dijo: “la resurrección no es permanente”. Apenas levanto el rumbo y se me escurre entre los dedos; un tanto morados igual que el resto del equipo por la circulación sanguínea que no tuvo tiempo de reparar como se lo merecía. No es lo mismo levántate y anda… que cumple con tus deberes como acostumbrabas hacerlo gran beneficiador de Magala. Mejor dile que lo demandaré por ejercer la taumaturgia sin dejarme satisfecho o tan insatisfecho como sueles estarlo tras dilapidar tantos pensamientos libidinosos.
—¡Caramba, Lázaro! No sabía que fueses tan elocuente —dice Mortadela abandonando la letanía de Jamónico.
—Queridísima Mortadela, siento una irrevocable ansia de mordisquear tus pistachos, mas se me transforma en movimiento peristáltico. Sin dientes, lo único que puedo hacer es digerir. Y tu caspa también me cae mal, debe ser esta resurrección de cuarta.
Y gritando hacia la puerta:
—¡Ya me harté, coño! ¡He cambiado de compañía de exterminador de insectos y de ineptos! O te mueves de ahí, so Cristo, o te vuelo la tapa de los sesos y me hago un canapé.
No volvieron a oír del reclamo crístico.